EL ALCALDE DE ZALAMEA

3,60 

El alcalde de Zalamea

Autor: Pedro Calderón de la Barca

Editorial: Cátedra

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Descripción

El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca.

La obra teatral de Calderón de la Barca significa la culminación barroca del modelo teatral creado a finales del siglo XVI y comienzos del XVII por Lope de Vega.
Según el recuento que él mismo hizo el año de su muerte, su producción dramática consta de ciento diez comedias y ochenta autos sacramentales, loas, entremeses y otras obras menores. Aunque es menos fecundo que su modelo, el genial Lope de Vega, resulta técnicamente mejor que este en el teatro y de hecho lleva a su perfección la fórmula dramática lopesca, reduciendo el número de escenas de esta y depurándola de elementos líricos y poco funcionales, convirtiéndola en un pleno espectáculo barroco al que agrega además una especial sensibilidad para la escenografía y la música, elementos que para Lope de Vega tenían una menor importancia.

Utiliza frecuentemente piezas anteriores que refunde eliminando escenas inútiles; disminuye el número de personajes y reduce la riqueza polimétrica del teatro lopesco. Igualmente, sistematiza la exuberancia creativa de su modelo y construye la obra en torno a un protagonista exclusivo. En cierto modo, purga el teatro de Lope de sus elementos más líricos y busca siempre los más teatrales.

Es una de las obras más conocidas y representadas del Siglo de Oro de la literatura española, a causa de su eficaz estructura, la fuerza de sus vigorosos caracteres (el orgulloso labrador Pedro Crespo, el no menos tozudo don Lope de Figueroa, héroe histórico de los Tercios de Flandes…) y su excelente versificación. Se encuadra dentro de la literatura barroca y se clasifica al mismo tiempo como comedia villanesca o de villanos y drama de honor. Trata de reflejar las preocupaciones de la Edad Moderna sobre la justicia y la dignidad del individuo, que emanan de Dios, contra el poder político y el fuero o jurisdicción militar. También se enfrentan el sentido del honor (individual y familiar) y la honra (social) estamentales de un hombre hecho a sí mismo como Pedro Crespo, que se toma la justicia por su mano cuando es nombrado alcalde y por tanto juez civil contra el esprit de corps del fuero militar o jurisdicción castrense,​ representado por Lope de Figueroa, Álvaro de Ataide y Rebolledo, y la decadente nobleza rural representada por el hidalgo pobre don Mendo.

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